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León

Villaverde de la Cuerna

Valdelugueros, 04/2009

JFCamina, 10/2010

 

Villaverde de la Cuerna

Un paseo por los recuerdos.

Valdelugueros, León.

Mapa: IGN 79-III "Cerulleda"(1997).

Ubicación Google Maps: Villaverde de la Cuerna

En lo alto de las montañas de Leon, en el Curueño, se encuentra un bonito pueblo, Villaverde de la Cuerna, en el cual hemos pasado los mejores años de nuestra infancia.

Dedicado a mi Padre, Felipe.

 

Creative Commons License


 

Introducción.

A pesar de haber nacido en un concejo montañero, Aller-Asturias, tanto por su entorno natural como por la afición a recorrerle, mi cariño y pasión hacia la montaña y a la naturaleza, en general, se la debo a los veranos que pasé cuando era güaje en un pequeño pueblo de la montaña leonesa de donde era natural mi Padre, Felipe.

(Mis primeros pasos por "La Vega")

Todos los veranos de mi niñez, en cuanto llegaba el verano me iba para Villaverde de la Cuerna, a 1.430 metros de altitud, en el ayuntamiento vecino de Valdelugueros, en tierras de León. Allí permanecía hasta casi finales de septiembre en compañía de La Bisabuela, la Abuela Sisa y el Tío Basilio, allí aprendí a querer, sin ser consciente de ello, a nuestras queridas montañas y todo lo que alrededor de ella se mueve.

Eran años de andar entre vacas, ovejas, cabras, caballos, burros, perros y gatos. Entre hierba, granos, piornales, arándano, orégano y té. Entre callejones, caminos, praos, vegas, regatos, collados y peñas. Entre casas, cuadras, majadas y pajares. Entre forcáos y parejas de vacas, y, sobre todo, entre su gente, personas que vivía de la naturaleza a tiempo completo y sin otro recursos alternativos que distrajeran su atención. Esta última foto se hizo hace unos cuantos años, se puede ver los campos de grano que se cultivaban.

 

Eran tiempos en que la vida, para mí, pegaba un cambio totalmente radical. Atrás quedaba el oscuro invierno de lluvia y carbón, de horarios y frailes, de carretera general y coches. De repente, me encontraba con unos meses de color azul (el habitual del cielo), sin la preocupación de la lección de día siguiente, sin carretera general, donde el canto del gallo, los ladridos, el cantar de las golondrinas en el alero y las esquilas de la ovejas eran mi único despertador, no hacía falta otro. De allí tengo los mejores años de mi juventud que marcaron el resto de mi transcurrir por la vida, siempre con el referente de aquella feliz infancia.

El tic-tac de la naturaleza marcaba la vida, en julio, ¡la hierba!, en agosto, ¡el grano!, en septiembre, ¡a preparar el duro invierno!, de lunes a sábado, ¡trabajar!, el domingo, si la faena lo permitía, ¡misa y bolos!

Siempre he hablado con pasión y abundancia de aquellos años, no hace mucho, cuando Mary leía el capítulo titulado "El gigante de Villaverde" del libro, "El río del Olvido", que sigue el curso del río Curueño, de Julio Llamazares, rompió a llorar, ¿porqué?, le pregunté, la respuesta fue muy significativa: - Dice lo que tú llevas contando toda la vida, ¡efectivamente!, así era, estaba leyendo un resumen de mis repetidas historias., evidentemente Julio lo cuenta muchísimo mejor que un servidor.

(El corral era nuestro territorio seguro)

(Pasó el tiempo y "La Vega" sigue siendo nuestro lugar preferido)

Yo entiendo que esta última foto pueda ser un poco dura, “un güaje con dos pistolas”, ¡qué vergüenza!, pero eran las influencias de la época y a la mayoría las aventuras del “Llanero Solitario” repercutían en los regalos que recibíamos y en la imagen, ¡igual que ahora!, los tiempos no cambiaron tanto como creemos.

El viaje hasta el pueblo fue un constante evolucionar, como el resto de facetas de nuestra existencia, los primeros viajes, echábamos todo el día. Salíamos de Asturias de noche y llegábamos, a Villaverde, de noche, primero en tren, después en furgoneta y, al final, cabalgando, desde el puente donde nos estaba esperando el Tío Basilio con el caballo (El Lilo). Al llegar al pueblo, el Canuto, el perro de la casa, anunciaba nuestra llegada, al final, el cariño de La Bisabuela y la Abuela Sisa culminaban el viaje de ida.

Ahora, cuarenta años más tarde, realizamos un viaje, mucho más cómodo y turístico, hasta el pueblo que vio a nuestro Padre nacer y que a mí, personalmente, me influyó a lo largo de mi vida.

Durante el transcurso de la “Primera Marcha Familiar JFCamina”, realizada en Agosto de 2008, la mayor de mis hermanas, Mª Carmen, me comenta la necesidad vital que tenía por ir a Villaverde con los sus güajes, ella hacía 25 años que no había vuelto y los nenos aún no lo conocían, creía que era el momento del volver a pisar una parte de nuestra historia.

 

(Un escaneo de una vieja foto en color)

Antes de nada les pongo en antecedentes:

- No vayáis pensando que el pueblo se ha quedado estancado.
- El pueblo ha evolucionado, como nosotros, y las casas y caleyas, ¡Dios gracias!, están muy cuidadas.

Sin entrar en cuestiones sentimentales o estéticas, sin estos arreglos el pueblo se hubiera venido abajo y ahora solo quedaría un montón de piedras con las ortigas de reinas del paraje.

 

* El viaje, Cascada de Nocedo.

El 25/04/2009, después de tratar de conjugar la agenda de 25 personas, iniciamos la peregrinación por el puerto Pajares arriba, no fue posible el pleno, la vida moderna nos marca muchos quehaceres y ha impedido que una familia de las seis posibles pueda emprender el viaje, en total nos concentramos en La Robla – León, 21 parientes, tres de ellos venían desde la capital del reino y el resto de Asturias. Todos reunidos, tomamos la carretera de La Vecilla y nos adentramos por el curso del río Curueño arriba.

Esta no era nuestra ruta histórica, pues nosotros cuando íbamos en coche pasábamos por Villamanín - Cármenes – Valdeteja y aparecíamos al principio de las hoces del Valdeteja, por encima del balneario y la cascada de Nocedo.

Pasado Valdepíelago, punto de paso obligado cuando veníamos por el puerto San Isidro, hacemos un alto en el camino para contemplar la impresionante cascada de Nocedo, el agua que baja de la zona de Valdorria es vertida de forma espectacular sobre el Curueño.

¡Una parada nueva!, nosotros nunca nos habíamos parado a observar estos detalles, eran otros tiempos, donde las atracciones turísticas no se valoraban tanto como ahora.

(Primeras fotos de grupo expedicionario)

¡A mojarse toca!

 

Grabamos un bonito video de la cascada:


* Valdorria y la comida.

Aún es temprano y nos queda tiempo para visitar Valdorrria y la ermita de San Froilan. Subiendo los 365 escalones les cuento la historia del Santo, el burro y el lobo.

Se cuenta que estaba San Froilan construyendo la ermita con un burru, con él carretaba les piedres pa los 365 escalones, un día vino el lobu y comió al burru, entonces Froilan cogió al lobu, aparejolu, y continuó acarretando piedras con él.

(La Familia en Valdorria, en la ermita de San Froilan)

Este pequeño paseo abre el apetito de la gente, por lo que volvemos a tomar la carretera general en dirección al puerto Vegará. Ahora nos toca hacer el avituallamiento en un lugar emblemático, en la “Venta la Zorra”, en la actualidad llamada venta del Aldeano, una parada obligada, antes y ahora.

Para evitar sorpresas, previamente habíamos reservado una mesa para 19 personas, Vero y Javi llegarían a los postres por motivos laborales.

Antes de comenzar a dar cuenta de las viandas, Mª Camen nos anunció que el martes, 28/04/09, recibiría el premio a la mejor actriz teatral Asturiana, bueno igual se me fue un poco la mano con lo del rango del premio pero para nosotros ye la mejor, ¡qué familia!

(¡No quedó ná de ná!)

 

* En Villaverde de la Cuerna, casa de La Abuela.

Tras una excelente comida y una mejor sobremesa, iniciamos el último trayecto hasta “el puente”, (LE CV-104/1), pasados unos pocos kilómetros de Lugueros, una vez allí comenzamos a ver los cambios que nos vamos a encontrar, el primero, ya superado hace tiempo, es el que ya no está nadie con el caballo para subir camino arriba, una cómoda carretera nos facilita la labor, el segundo, un vertedero, muy visible él, ¿no abría otros lugar más discreto?


(“La Carrera” es la gran entrada al pueblo)

Superada la curva de “La Regerona”, afrontamos la entrada al pueblo a través de la larga vega de Villaverde, ahora ya no está flanqueada por muros de piedra, antaño, a la izquierda estaban los campos de cultivo (grano y legumbres) y a la derecha nos encontrábamos con la extensa pradería, actualmente el color verde de la hierba lo invadía todo.

Según vamos llegando vemos gente, ¡mejor!, ya que el pueblo ha sufrido con dureza la emigración a territorios donde era más fácil ganarse la vida, sobre 1950, nuestro Padre, ha sido un más de los muchos que hicieron la maleta y emigraron a León, Asturias o Madrid. Recientemente he visto una publicación en la que facilitaba unos datos de población del año 1950, en ella figuraba la cifra de 86 vecinos, cuarenta años más tarde el pueblo estuvo a punto de alcanzar el total despoblamiento, ahora parece que la gente ha vuelto al pueblo, aunque, en algunos casos, puede que solo sea durante los fines de semana.


Entremos en el pueblo y aparcamos los coches donde antes apilábamos los piornos secos para atizar la cocina durante todo el año., - ¿dónde están?, preguntaba alguien con nostalgia, y, - ¿dónde anden les nuestres cocines de carbón?, pensaba yo.

La casa de la Abuela está intacta, con muchos cambios en detalles, pero, en lo esencial, allí está, para nosotros, ¡la más guapa!, en medio del pueblo, detrás del pilón que fluye, a través de dos grandes caños, un delicioso agua, de la cual el pueblo siempre estuvo muy orgulloso, igual que nosotros lo estamos de ver que la casa sigue en pie, a pesar de que no es de nuestra propiedad familiar, ¡que pena da ver las casas de nuestro antepasados en el suelo!

Es un corral con mucha historia, por allí correteábamos, con cierta seguridad, cuando éramos güajes y cuando fuimos mayores acudimos a dar la novedades, además, era un buen lugar para las fotos de familia.

(Unas fotos de 1981)


Nos centramos más en los cambios del corral, antaño recubierto de piedra y ahora todo cubierto del verde, ya no hay ganado que salga de la cuadra, ahora reconvertida en vivienda, y falta el “güertín”, que daba aquellas lechugas que nos preparaba el tío Basilio en días señalados, - ¡aún esta el banco de La Bisabuela!

 

* El Pilón.

Los güajes, al igual que nosotros cuando teníamos su misma edad, van directos al agua, era nuestro territorio de riesgo y, aunque los tiempos han cambiado, hay cosas que siguen igual, así que Alex, arma una de las suyas.

(“El pilón” era nuestro territorio de riesgo, “toda una aventura”)

(Los varones de la familia llevaron a los güajes en el cambio de milenio)

“El Pilón” era el centro social, donde todo el mundo se relacionada, tanto con los propios como con los que llegaban de fuera, era el centro neurálgico del pueblo. Y también lugar de descanso y aseo después de una dura jornada.

Las nuevas generaciones se van incorporando y manteniendo las tradiciones.

(Alex entanado una de “las suyas”)

 

* La Iglesia.

Con la satisfacción de que el paso del tiempo no ha echado abajo la que fue casa familiar, iniciamos el paseo por el pueblo subiendo por el callejón, que va paralelo a la casa, hacemos un alto en el camino a la altura de donde debía estar el “cuarterón” del pajar, por el cual subíamos a pisarle, yo me acordaba, también, del peral que había enfrente, antaño sobre unas ruinas.

Llegamos a la “Casa de Andrés”, donde yo pasaba mucho tiempo, pues sus hijos eran del mi tiempo y andaba mucho con ellos, muchos recuerdos de una amistad nunca olvidada. La casa, al igual que “la nuestra” está en perfecto estado, de igual manera se repite cambio del empedrado por la verde alfombra.

Continuamos callejón arriba y nos encontramos con la casa, con un cobertizo, donde se guardaba un carro, nunca lo llegué a ver en marcha, ¡ya no estaba allí!, a la derecha había una fuente que ya hace tiempo se perdió, al igual que las piedras y la tierra del callejón por el cual transitábamos, ahora sustituidas por un cuidado pavimentado de cemento.

Ya estamos en una de las múltiples salidas del pueblo, la que nos lleva a la majada,

- ¡Que rápido llegamos a la iglesia!, antes parecía más largo, dice los mayores del grupo.

Las nuevas generaciones siguen la estela de los mayores, escuchan y hacen preguntas que nos hacen recordar más, -¿aquella nun ye la casa de…?

Estamos en la iglesia, de “San Miguel” patrono del pueblo, aquí si que hay un cambio sustancial, nosotros siempre habíamos visto la torre sola con la campana, con la cual se tocaba “a camino”, allí no había la iglesia que ahora vemos, íbamos a misa en el edificio de la escuela, justo en el lado opuesto donde nos encontrábamos, la reconstrucción fue un echo posterior a la última visita familiar al pueblo realizada hacia 1981, cuando Mari y Paco se casaron.

Desde lo alto de la tapia del cementerio recordamos el lugar donde se encuentran enterrados La Bisabuela y El Tío, nunca se me olvidará el día que subimos por el callejón, anteriormente recorrido, acompañando a la persona querida que se nos marchó.

 

(Detalle de la iglesia antes de ser reconstruida)


* La Majaina.

Por encima del camino original, nos dirigimos camino de “La Majaina”, a nuestra izquierda dejamos “la peña de la cruz”, en los mapas “Peña de la Iglesia”, donde subí muchas veces con la excusa de coger té. Por el camino ya les iba poniendo en antecedentes, ahora ya no está “el chozo”, así que no os pongáis nostálgicos.

Atrás vamos dejando el pueblo y, entre grupinos en animada charla, vamos contemplando el cordal que tenemos tras nuestro.

Los nombres me vienen a la mente sin titubear: “La Mojonerina”, “La Portilla”, “Canto Salguero”, “Rabogato”, “Valbueno”, “El Cubero”, en las alturas, y “Los Praos Cuadros”, “Las Aceras” o “Campo la Ende”, más cerca de nosotros. Los pinos han aumentado, ya no hay tanto piorno, seguramente, ¡tampoco arándanos!, recuerdo cuando un día marchamos de casa, por la mañana, a cogerlos, y nos prestó tanto, que cuando volvíamos eran las siete de la tarde, ya os conté que no eran años de relojes, hubo mucha bronca. No les conté la historia pues no quiero que me llamen “abuelo cebolleta”.

El aspecto del paraje había cambiado sustancialmente, ya no estaba ni el chozo ni los corrales, con sus ovejas y cabras, tampoco los pastores y, ni siquiera, un vulgar chucho que nos asustara un poco como antaño los serios mastines.


Para todo nosotros siempre fue una visita obligada, además nuestra familia tenía muy buena relación con los pastores trashumantes que todos los años venían de Extremadura, siempre pasaban por casa. Era raro el no subir y sacar unas fotos para inmortalizarnos en un pajare tan singular, del cual hoy ya no queda ningún rastro.

(Todas estas fotos fueron tomadas en el año 1981)

(¡Qué recuerdos!)


A falta de mastines que nos den la bienvenida, nos encontramos con una gran fuente, que no recordaba, y una “guerra” de bolas de nieve sobre los neveros que allí había, como era de esperar todos disfrutamos como güajes. Encontramos restos de animales y los nenos se ponen a lucubrar historias entorno a ellos, otros juegan con ellos.

Los “Guajes” lo pasaron bomba y el espíritu de “La Magosta” estaba muy presente en este escenario tan natural, se observar claramente que aquí hay madera de actriz.


Damos la vuelta por la otra vertiente del reguero de la majada, ahora una pista terrera nos permite bajar cómodamente hasta lo que antes era una zona de tierras de patatas.


(Los grandes picos que custodian a Valdelugueros tienen una pinta muy alpina)

 

* Continúa el paseo.

Caemos sobre la pista que nos llevará hasta los altos del Valporquero y de allí hasta el pueblo de Lillo, pasando de lado de la zona del Ausente. Siempre me contaron que por allí iban a pasar una carretera, pero la cosa se quedó en un sueño y una pista.

Echamos una mirada sobre el río Villaverde, con bastante agua, nacido en parajes cercanos, Valbueno y Fargas, me traen a la mente muy buenos recuerdos, ya que allí llevábamos las vacas por la tarde, después de un duro día de trabajo frente al yugo.

Contemplamos la planicie formada por “El Campo la Ende”, “Las Aceras” y “Los praos Cuadros” donde pasábamos parte del mes de julio “a yerba”.

Foto añeja (± 1960) de un Villaverde donde se pueden observar las tierras de cultivo de trigo, cebada, garbanzos, lentejas y patatas, todo esencial para afrontar el duro invierno. En las dos fotos podemos contemplar que la iglesia no estaba reconstruida.

(Foto de ± 1978)

Atrás vamos dejando recuerdos de otras visitas pasadas, siempre realizando el mismo y obligado itinerario, los nenos eran otros, pero la lección la misma.

( Fotos tomadas en otro abril, pero del año 2000)

* Otra vez en el pueblo.

Entramos al pueblo, de nuevo, atravesando el reguero que viene de la majada, antes todo pringoso de agua y barro, para dar con las casas de viejos conocidos, los edificios siguen la misma línea del resto, nos acordamos de Valeriano, de su hermanas y sus amables padres, por allí vivía, nos preguntamos que será de ellos, vemos a una joven pareja, pasamos de incógnito como unos turistas más que viene a ver el pueblo.


(La primavera nos deja bonitas estampas, aunque las nuevas tecnologías se empeñen en estropeárnoslas).

Se nota que la gente se ha preocupado de arreglar o reconstruir las casas y caleyas del pueblo.


Ya, de nuevo, en la plaza del pueblo recordamos, frente a su casa, a la “tía María” y Jamín. Hemos cerrado un pequeño círculo, geográfico e histórico, de novedades, recuerdos y añoranzas, estamos, de nuevo, frente a “la casa” y “el pilón”, ¡falta la piedra!, dice Mary, sobre la cual todo el mundo reposaba y la que tan bien describe Julio Llamazares en el libro anteriormente mencionado. ¡Es verdad!, están reconstruyendo la casa sobre la que estaba apoyada, ¡algo tendrá que ver!, suponemos. Esperamos que una vez finalizadas la obras, vuelva a su lugar, tiene mucho valor, ¡no solo literario!, ¡si las piedras hablaran!

 

Inventario expedición 2009: Angel, Felipe, Hectorín, Verónica, Mª José, Eli, Emma, Ana, Hector, Alex, Lia, Gerardo, Mª Jesús, Miguel, María, Adrian, Mary, Ani, Javi, Paco y J. Félix.

 

Vamos bajando por la calle principal hacia “las eras”, hacia “casa Sares”, donde estaba la cantina – tienda, esos centros sociales que hemos perdido hace tiempo en todo el país, durante el paseo, a nuestra derecha, observamos donde estaba ubicada lo que llamábamos la casa “del Tío”, la actual casa nada tiene que ver con la construcción de antaño.

(Adrián calentando el ambiente)

Visitamos el edificio de la antigua escuela e iglesia y echamos una ojeada al río, los árboles aún no se ha recuperado del duro invierno.


Los Guajes no pierden el tiempo y van jugueteando con el balón que Adrián sacó del maletero del coche, todos sabían que la vega estaba ahí.


(La casa de “Sares” está casi como el primer día)

Transitábamos por el camino de “la portilla”, “el augerin”, cuando Mary, dice lo que casi todos estaríamos pensando:

- Qué dirá nuestro Padre al vernos paseando por el pueblo.
- Seguro que estará contento, le dije.
- ¡Hombre!, prestaría más si tuviera entre nosotros y no allá arriba.

* La Vega.

Los güajes, al saber que íbamos camino de “la vega”, sacaron el balón, ¡menuda familia de futboleros!, ¡y al Güelu no le gustaba! Entramos en “la vega” y ellos echan a correr para echar un partido mientras “los mayores” seguimos con nuestros recuerdos.

También tenemos alguna foto en color que no tiene desperdicio, los modelitos de la época son de los que marcan tendencia durante mucho tiempo.

Nosotros nos acercamos hasta “la fuente oscura”, creo recordar que así se llamaba, una cruz de piedra y unos cuantos altos árboles nos indican el lugar. Aquí comíamos la borrega, en fiesta campestre, el día de San Lorenzo.

Todo recordamos las viejas fotos que tenemos en casa tomadas en esta, ahora, verde pradera, pues cuando fueron tomadas, en verano, la gama de colores imperantes era otra muy distinta, estamos en el lado sur de la cordillera Cantábrica.

Mientras los Güajes disfrutaban dándole al balón, en otro tiempo no nos lo permitirían, eran tiempos donde el modo de vida obligaba a cuidar de los pastos hasta grados extremos, si se diera el caso aparecería rápidamente alguien para echarnos el alto.

¡Menudo campo de juego! A última hora se juntaron los mayores, no se puede negar que algunos lo llevan en la sangre.

Nos quedamos un buen rato mirando a los nenos y contemplado todo lo que nos rodeaba, Yo pensaba en mis tiempo mozos, cuando “por vez” me tocaba cuidar que los “jatos” no se pasaran de la zona de pasto de la vega a la zona de cultivo que estaba separada por la “carrera”, ahora carretera vecinal que nos permite el cómodo acceso rodado al pueblo.

* El letrero.

Frente al letrero del pueblo tomamos las últimas fotos de grupo, ¡no estamos todos!, pero los que faltan ya han sacado la foto hace unos años, sus hijos han tenido la ocasión, antes que estos, de conocer nuestro añorado

Villaverde de la Cuerna, ¿cual será su toponimia?, seguramente el valle verde del cercano pico La Cuerna de 2.140 m.a.

Para tomar la foto del grupo, la verdad es que, no tuve muchos problemas, pues contaba con un ayudante especial, ¡no solo de fútbol vive “el güaje”.

¡El letreru nuevu!

No me resisto a llevarme un recuerdo de mi infancia y del pueblo, lo que ellos consideraban, así lo creo, que era su bien más preciado: “el agua”, recuerdo que todos hablaban maravillas del agua de Villaverde, además eran tiempos donde el agua embotellada empezada a despuntar, a todos le parecía que era la mejor, a mí también. Saqué mis tres garrafas y las rellené, para seguir saboreando una semana más del pajare que nos vio crecer.

¡Un recuerdo!

Montamos en nuestros coches e iniciamos el camino de regreso sin haber hablado con nadie del pueblo, en otras ocasiones, personalmente llegamos a tomar un cafetín, pero hoy no hubo roce humano, solo nosotros, las piedras y nuestros recuerdos, así nadie tuvo ocasión de cambiarnos esas impresiones personales que siempre hemos tenido.

La meteorología irregular nos influyó para que desistiremos de ampliar la visita hasta el puerto de Vegará, el chispeo de la nieve no ayudaba mucho. Pero el día no lo íbamos a terminar en Asturias, aún nos quedaba la noche y el día siguiente para seguir disfrutando de nuestra reunión de hermandad en torno a unos recuerdos y una zona muy querida por nosotros.

Grabamos un video de recuerdo:

 

 

* Serrilla.

Entramos en las hoces de Vegacervera tras superar la collada del Valdeteja, había que hacer algo de la carretera histórica, íbamos a dormir a un lugar muy apreciado por mí, Serrilla. Allí nos esperaba Javi con la mesa puesta para darnos cena y cama, su recibimiento, como es habitual en este singular hombre, fue excelente, mostrando en todo momento su mejor cara.

(Las nuevas generaciones del poder familiar)

Una mención especial para los güevios de codorniz que nos puso de pincho la señora del bar del Molino de la Roperia, los güajes marcharon muy contentos, no tanto algunos mayores que nos quedamos sin probarlos ante tanta voracidad infantil.

(¡Cucu!, que os veo)

Para la mayoría el dormir en un albergue era una experiencia totalmente nueva, no así para mí, ya que veníamos anualmente al establecimiento de nuestro entrañable Javi.

* Valporquero.

Al día siguiente queríamos seguir recordando el pasado y nos acercamos hasta las cuevas del Valporquero, “los mayores” ya habíamos estado con nuestro padre hace tiempo, bueno, Yo no, pues estaba en Villaverde, era el momento que las nuevas generaciones conocieran la cueva que había labrado el agua sobre la roca caliza de las hoces de Vegacervera.

La cueva la vimos más iluminada que nunca y cada vez ye más cómoda de andar.

 

* La despedida.

Javi nos despidió con el excelente trato personal que a él le define y todos nos fuimos muy contentos de lo bien antendidos que hemos estado, ¡ya os lo decía!, - el Albergue de Serrilla es un valor seguro. Para nosotros era una fecha especial pues hacía diez años que habíamos estado por primera vez allí, desde abril de 1999 nunca hemos faltado a la cita anual.

 

En el cruce de la carretera de Serrilla con Vegacervera nos despedimos de la Familia madrileña, nosotros volvemos para Asturias por Coladilla, teníamos que pararnos a comprar sus yogures y quesos, ya que estábamos allí, teníamos que hacer el completo.


(¡Buen viaje!)


(El benjamín de la familia en la interesante iglesia de Coladilla)

Las previsiones del tiempo para el “finde” que nos ocupaba no había sido muy buenas, lluvia y nieve, pero al final no fue para tanto, no hizo unos días de sol espectacular pero sí brilló algo, no nos llovió, aunque si chispeo nieve. Ya de vuelta nos paramos en la estación invernal del Pto. Pajares y allí si que nevó, ¡completo!


(¡Al fín nevó!).

 

* Conclusión

Bueno como la experiencia parece que le gusto a la gente, Javi, el mayor de los nietos de Felipe, propuso organizar un descenso del Sella para el mes de julio, le tomamos la palabra y esperamos hacerlo, bueno, y, si no es en julio, que sea en otro mes, ¡el caso ye facelo! y pasar un buen rato de hermandad.

Con seguridad Felipe, nuestro padre, asomado a una de las ventanas del cielo, con cara de satisfacción, nos habrá visto pasear por la tierra que le vio nacer y en la que pasó los primeros años de su juventud, antes de venir para Asturias y provocar que su numerosa descendencia diera un paseo por Villaverde de la Cuerna sesenta años más tarde.

 

JFCamina.

 

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Villaverde de la Cuerna 2010